ZOLTÁN KODÁLY

La figura de Zoltán Kodály constituye un gran ejemplo de vida tanto en lo personal como en sus facetas de compositor, musicólogo, pedagogo, director y estudioso de la lengua húngara. A través de una vida de arduo y desinteresado trabajo, vence enormes dificultades para alcanzar sus máximos ideales tanto en los terrenos de la composición e investigación como en la educación musical. Por ello es reconocido como una de las grandes personalidades del siglo XX.

Sobre su niñez
Zoltán Kodály nace en Kecskemét el 6 de diciembre de1882, Hungría. Su padre jefe de estación de ferrocariles, es destinado a la pequeña población de Galánta (Norte de Hungría, hoy Eslovaquia). Niño inquieto, Zoltán recorre sus calles fijando la atención en toda la música que lo rodeaba. Con gran cariño recordará en años venideros los inolvidables momentos de su infancia editando su primer relevamiento musical con melodías de esa región. Compondrá así las famosas Danzas de Galánta en recuerdo de sus compañeros de escuela.

Sus estudios
Cursa Filosofía y Letras, egresando como profesor de idioma húngaro, alemán, latín y griego. Casi al mismo tiempo ingresa en la carrera de composición en la Academia Nacional de Música Ferenc Liszt. Al recibir su diploma de composición, determina por voluntad propia volver a cursar los estudios, alegando no sentirse aún suficientemente preparado para su verdadera misión.

Como investigador de la música tradicional húngara
El siglo XX llega a Hungría con serios conflictos políticos y cambios profundos en la sociedad. No es el mejor momento para un investigador que desea rescatar el patrimonio musical de una nación. Sin otra alternativa, Kodály emprende por sus propios medios la tarea de relevamiento del ancestral folklore húngaro, publicando más tarde entre otros trabajos su tesis doctoral sobre la versificación del cancionero húngaro. Es demasiada tarea para continuarla solo, así se encuentra con Béla Bartók (hasta entonces no se conocían pese a haber cursado en la Academia con dos años de diferencia).
Con objetivos idénticos se unen al trabajo y amistad personal por el resto de sus vidas.

Como compositor
Su amor y erudición por la música de su patria, unido al conocimiento y dominio de las técnicas de los grandes maestros de la polifonía de los siglos XV y XVI, del contrapunto bachiano y de las frescas armonías impresionistas (todas estas variables puestas al servicio de su inagotable creatividad), hacen que su obra contenga el justo equilibrio y discurso necesario para resaltar lo esencial. Ningún elemento aparece en vano, cada uno de ellos justifica su presencia. La plasticidad del movimiento melódico asegura la perfecta continuidad de la obra. Todo esto desprende una atmósfera en donde se conjugan los términos de la tranquilidad, la solidez y la grandiosidad. Kodály configura este propio y particular lenguaje, el cual da como resultado un arte verdaderamente húngaro y contemporáneo. Es posible decir además que Kodály jerarquizó la música húngara incoporándola de tal forma, que sin perder su esencia pueda ser aplicada en los más variados contextos de la música erudita.

Sobre su obra coral y la educación musical
Por considerar a la voz el instrumento natural del ser humano, el gran maestro preconiza la expresión del arte coral como lenguaje universal. Compone para tal fin un vastísimo repertorio basado en melodías tradicionales húngaras y en textos de poetas húngaros de diversos períodos. Kodály consideró la música como parte indispensable en la formación del hombre, así es como desarrolló su metodología y logró aplicarla en todos los niveles de enseñanza. La misma es reconocida y aplicada en varios países del mundo.

Kodály afirmaba: “casi no tiene sentido cantar para nosotros mismos, si dos cantamos ya es mejor, pero si 100 a 1000 lo hacemos, entonces suena la gran armonía de las voces. Sólo en ese momento diremos: “Regocijaos hombres de este mundo”.

Corolario
Fue el 6 de marzo de 1967 cuando la vida de Zoltán

Kodály llegó a su fin, a la edad de 85 años. Detrás suyo dejaba para Hungría y para el mundo un legado invalorable y eterno. Su nación no lo olvidará jamás, continuando su obra hasta el presente.